Saturday, July 2, 2016

Primavera en Greenpoint

Es una cálida noche primaveral en Greenpoint.
Mis amigos me llevan a una fiesta de sus amigos en un departamento antiguo, con molduras doradas en los techos, muebles reciclados, sillones chesterfield y pisos que son rústicos tablones de madera. Todo exuda buen gusto. El anfitrión, dueño del edificio entero, es un ex-modelo de una marca de alta costura, de mas está decir que su buenmozismo es muy superior al promedio: un inglés alto, rubio, quijada cuadrada, que habla fluidamente varios idiomas, que irá cambiando, dependiendo del invitado, ya que en esos 100 metros cuadrados estamos reunidos seres de los mas diversos orígenes.
El Argentino interior se enciende y me dice al oído
;”A este le salieron todos los números: millonario, fachero, divertido”. Me olvide de agregar que es el dueño del boliche de música electrónica más cool de Brooklyn. Te hace sentir que te conoce de toda la vida en un segundo y aunque se droga más que Charly, me da la sensación que eso es lo que mantiene todo lo demas en equilibrio.
Debe ser difícil que te salgan todas juntas.
La convocatoria es aparentemente variopinta, pero en realidad es homogénea en su base: en esta ciudad todos son artistas, Dj’s, modelos, creatives, dueños de grandes imperios en algún lugar que no es este. Es muy difícil saber quien está del otro lado.
Al estar en constante ebullición, se produce una mezcla da productos unícos, algunos rarísimos y valiosos, otros, sencillamente deformidades sin mas valor que ese.
Entre tanto título verdadero y potencial, uno encuentra una constante: todos aquí vinieron por algo. En busca de una oportunidad. Están bailando por un sueño. La mayoría son atrevidos, gente que se destaca de alguna manera: por su belleza, por su inteligencia, por su suerte o por su voracidad.
New York no perdona.
Se me antoja pensar en ella como en una emperatriz: es implacable, pero a la vez esta ciudad puede concederte tu deseo, por mas loco e inverosímil que sea.
Será como dicen, que esta construida sobre una variedad de roca rarísima, un tipo de cuarzo que altera la energía?
A los que venimos de visita, el tiempo se nos escabulle entre los dedos. Nunca alcanza, no importan lo bien que lo organices. Se va, se fue.
Empiezo a dar vueltas por el lugar. A muchos ya los conozco de tantas veces de haber venido, me saludan, los saludo. Nunca sabré sus nombres, calculo que ellos tampoco, pero que importa.
Yo estoy acá para contar una historia.
Si, nunca me termino de meter en la fiesta. Nunca supe el porqué y me pesaba. Con los años descubrí que lo que yo realmente disfruto es pararme a un costado a observar.
Mis interacciones son cortas, porque en realidad no quiero perderme de nada.
En una fiesta, puedo ser un embole. Pero al menos descubrí la razón, así que me pongo a deambular.
Me cruzo a un falso Ragnar Lothbrok californiano que causa estragos entre las verdaderas vikingas, tres suecas que insisten en atribuirle un suequismo que el gentilmente declina, diciendo “pero yo soy de California”.
No hay caso.
Las sueca mas atrevida le tira de la barba mientras dice "look at that depth".
Todos entendimos, el lenguaje del morbo es universal, my dear.
En la casa abundan las sustancias: mdma, coca, adderall, lo que quieras.
La gente ríe fuerte y todos hablan con todos.
Delante mío, una pantera negra: una modelo brasileña que parece un androide diseñado para el sexo.
Es una explosion en la sala. Camina tan segura de si, que genera niveles preocupantes de calentura en hombres mujeres y muebles.
La música parece cortarse, pero siempre sigue sonando. Todos nos recuperamos al unísono de lo que parecía un espejismo.
Acto seguido, una finlandesa que supo tener mejores días (hoy es solo un 10), desparrama sus piernas ligeramente mas largas que yo parado dentro de un mini short escandaloso. Apuro el ultimo trago de cerveza. Entre la pantera y las piernas, siento que necesito algo mas fuerte.
Una española parecida a Rosi Pérez se abre paso a fuerza de simpatía, su esfuerzo es meritorio.
La competencia es feroz.
Un hotelero inglés, de ascendencia iraní da vueltas, con un aura de suficiencia monetaria que magnetiza a algunas. Se le arma un remolino de remoras. Se ve que está acostumbrado. Las baraja con habilidad.
Un filipino de sombrero acaba de sacarse la lotería: la pantera decidió que se lo va a comer.
Pasa con una sonrisa que es digna de una foto.
Se le alinearon los planetas sexuales.
Sigo dando vueltas y me asombra la escasez de calvos. Sólo hay otro en toda la fiesta y lleva sombrero.
El promedio de altura es 1,80 el mas petiso (salvo el hotelero y el Filipino ganador de la lotería, lo que me hace pensar en el valor relativo de la altura en el hombre).
Otro Adonis, cuenta su vida en un barco: Las Baleares, Grecia, Cerdeña. Además, tiene muy Buena onda.
Que bronca. Sigo caminando.
Durante la fiesta se desarrollan hermandades de baño, gente con aspiraciones comunes. Se soluciona el mundo en una conversación circular.
Escaleras que suben, escaleras que bajan. Al final de la noche, estarán en el mismo lugar.
.
Suizos, suecos, sudafricanos, singapurenses.
La noche ya me están empachando. No logro cerrar la canilla de los estímulos.
De repente, me encuentro de nuevo con mi amigo, escuchando a una iluminada que cuenta una historia sin pies ni cabeza, convencida de estar abriéndonos a un gran conocimiento.
La cocaína tiene eso: es engañosa.
Cuando termina su parlamento, hacemos un segundo de silencio para recuperarnos.
"D", un maestro del pensamiento lateral, me espeta esta genialidad: "Lo que pasa, es que a esta piba los cimientos se los hicieron con pochoclo, con pó-choclo hermano".
Estallo.
La cosa sigue y sigue, las escaleras bajan y suben.
Los lazos químicos se afianzan y yo tengo sueño.
Saludo y me voy.
Bajo las escaleras. La noche no puede ser mas linda.
Elijo ir por Kent, al lado del río.
Un viento que viene del Hudson atrae melodías a medida que camino.
La gente celebra que está viva.
Miles de historias se entrecruzan cada noche en esta ciudad.
Deben estar sucediendo las cosas mas increíbles, mas bizarras, mas, mas, mas...
Yo, por mi parte me voy pensando, como siempre, en lo loco que es todo, desde respirar hasta amar.
Esta ciudad me hace eso.
Y es que si nos ponemos a pensarlo un minuto todo es un milagro, somos un milagro.
Aunque no lo sepamos.
Buenas noches.

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